Buscando el norte

CUANDO ME PIERDO

En mi mundo diario es normal que me sienta como si me hubieran abandonado en un rincón. La vida no me da la opción de alcanzar la estabilidad. Me siento la mayor parte del tiempo desubicada, como si la vida fuera a una velocidad diferente a la de mi cerebro. No se si más rápido o más lento, pero distinta. Me da vértigo el cambio de marcha.

 

 

El azar nos lleva en muchas ocasiones por derroteros que jamás imaginamos. Los problemas, la tensión que cada día es más común en nuestro mundo, se nos hacen costosas de llevar. ¿Por qué olvido lo que me pasa durante el día? ¿Por qué no recuerdo conversaciones que me aseguran que he tenido?¿Por qué no se donde he dejado el coche, las llaves o el bolso?

 

 

No se si hay alguien capaz de vivir en este ritmo frenético sin sentirse perdido. La celeridad del mundo actual es demasiado para nuestras pobres neuronas prehistóricas, adaptadas a cazar animales con lanzas. No estamos preparados para el nivel de desarrollo abrumador de la sociedad actual.

 

 

Yo he rizado el rizo y he perdido el norte, he perdido la ubicación espacio-temporal y me he visto sumida en la nada, sin un simple recuerdo de porqué estoy en una estancia o a donde me dirijo en la calle. ¿Qué como reacciono? ¡Me aterrorizo! como es lógico. La primera vez que me ocurrió salí corriendo al médico y me mandaron una batería de pruebas que parecía no tener fin, neurólogo, análisis, TAC, radiografías, psicólogo y así podría seguir un rato.

 

 

Lo cierto es que salvo alguna variación en los niveles de vitaminas todo estaba bien. Pero entonces, ¿por que perdía la memoria?¿por qué no sabía donde estaba?. No lo sabemos bien, pero por lo que parece el nivel de estrés acumulado ha hecho que mi cerebro tenga que discriminar entre lo muy importante, lo poco importante y lo nada importante. A veces no discrimina bien del todo y olvido cosas vitales.

 

 

Otra opción es que cuando no puede más se desconecta para no acabar por ceder a la presión, según mi psicóloga es un mecanismo de autodefensa. Parar para poder sobrevivir. El cerebro sufre cortocircuitos, realmente se bloquea y deja de funcionar.

 

 

Supongo que habrá mil explicaciones más. La vitamina B12 baja, la vitamina D escasa, el ácido fólico desaparecido en combate y el hierro bajo mínimos, pueden afectar al funcionamiento de la memoria y a las capacidades cognitivas, pero en definitiva, el mayor de los problemas es que no sabemos lidiar con la ansiedad y de alguna manera se tiene que defender el cerebro.

 

 

La vida nos recuerda que es necesario el reposo para alcanzar la felicidad, que en el equilibrio está la salud y que cuando, sea cual sea el motivo, nuestro entorno nos genera un desequilibrio necesitamos una vía de escape. El sentimiento de no encontrar el camino se hace agobiante.

 

 

La única manera de buscar el equilibrio sin dañar el organismo con químicos es realizar ejercicios de relajación como puede ser el yoga. La concentración y el esfuerzo necesario para llegar a realizar correctamente esta disciplina nos da la guía para seguir adelante con nuestra loca vida.

 

 

CONCLUSIÓN. MENOS ESTRÉS Y MAS YOGA

(no me devolverá la memoria pero vivo más feliz)

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